18.6.09

Liberales al borde de un ataque de nervios

Rubén Martín

Es tan poco seria la actual campaña electoral que un perro se ha convertido en el mejor candidato. Se trata de Fidel, el “candidato de la perrada” que ha empezado a ganar simpatizantes con tres sencillas propuestas: “no voy tras un hueso”, “no soy gato de nadie”, y “di no a la mordida”. Las propuestas de Fidel, que en los próximos días dará una rueda de prensa, pueden consultarse en su sitio: www.candidatofidel.blogspot.com. Al parecer Fidel, el candidato de la perrada, se convertirá en un candidato más confiable y creíble que la mayoría de quienes aparecerán en las boletas. Vaya paradoja, una creativa campaña que cuesta apenas unos pesos, tiene el mérito de ser más atractiva que las maniobras de búsqueda de votos que están usando la mayoría de partidos.

Campañas que, habrá que recordar, nos van a costar a los ciudadanos cerca de 500 millones de pesos nada más aquí en Jalisco, eso sin contar el dinero no registrado que los candidatos del PRI y del PAN en la zona metropolitana están gastando y que al final no reportarán al organismo electoral.

Ésta es una de las grandes contradicciones que está revelando la actual campaña electoral. El sistema electoral y de partidos (y en conjunto el sistema político liberal mexicano) requiere de inmensas sumas de dinero público y privado para reproducirse, pero no logran credibilidad.

Una buena parte de este dinero va a parar a los medios de información, especialmente las televisoras, porque el sistema electoral y de partidos necesita aparecer en las pantallas de televisión, tal como los adictos requieren su droga. La actual política profesional no se puede entender sin la televisión. Es el esquema perverso de la videopolítica que envenena un proceso democrático auténtico, como lo denunció hace una década el politologo italiano Giovanni Sartori.

La cantidad de dinero del público que requiere este sistema es espantosa. Un analista de la Cámara de Diputados acaba de presentar dos informes que confirman esta sentencia. Según Reyes Tépach (analista del Sistema de Investigación y Análisis de la Cámara), entre 2000 y 2009 el sistema electoral y de partidos ha costado a los mexicanos 121,872 millones de pesos (mdp). De este mundo de dinero el IFE se ha llevado 93,522 mdp y el Trife 10,899 mdp. En tanto, los partidos se han repartido 28,350 millones de pesos.

Cuando se critican estas estratosféricas cifras, los defensores del sistema alegan que no se puede regatear dinero para la democracia. Pero el asunto es que no tenemos democracia, sino un sistema político funcional al modelo de acumulación de capital y un sistema de prebendas para la clase política que se ha convertido en la aristocracia moderna.

Por eso a estas alturas ha quedado patente que lo más relevante en esta campaña ha sido la manifestación de hartazgo de la población hacia la clase política por el cúmulo de excesos personales, grupales, partidarios e institucionales que los profesionales del poder han cometido en contra de quienes dice gobernar.

Y estos están nerviosos, preocupados y en el fondo molestos porque supuestamente se les está satanizando. Pero en lugar de entender la profunda fractura que existe entre el mundo de la política profesional y la sociedad, los políticos profesionales están ofreciendo las mismas respuestas de siempre.

Tal como se veía venir, la clase gobernante ofrecerá otra ronda de foros y una reforma política para apaciguar o cooptar a los inconformes. Así lo anunció el martes anterior el senador priista Manlio Fabio Beltrones quien dijo que el foro tiene como propósito hacer “los ajustes que se deberán realizar rumbo a las elecciones de 2012”. Es decir, pan con lo mismo. Otra reforma política que solamente velará por los intereses de la clase política.

El problema es que para muchos integrantes del movimiento anulista esta podría ser una salida e incluso su apuesta para lograr protagonismo en la vida pública. Y si esto llega a ocurrir se repetiría la misma historia de siempre, acuerdos cupulares que no toman en cuenta al México plebeyo.

Lo más interesante de todo es que mientras los liberales están al borde de un ataque de nervios, y algunos anulistas comen ansiar para cosechar la actual movilización de hartazgo, el México plebeyo camina a sus tiempos y a sus modos para hacer el cambio de fondo que se necesita, y eso no tiene nada que ver con otra reforma política más.

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