13.2.10

El Lobby

RAÚL TORRES

Foto: Puente sobre el río Santiago. Imagen de archivo
Puente sobre el río Santiago. Imagen de archivo Foto: FOTO HÉCTOR JESÚS HERNÁNDEZ

Fuera de la olla

El estudio “observacional, descriptivo y transversal” cuyos resultados presentó la Secretaría de Salud Jalisco el miércoles pasado pueden demostrar varias cosas, como que la gente en El Salto, Juanacatlán y Tonalá mueren de cosas parecidas pero de ninguna forma puede ser determinante para llegar a la conclusión de que no existe “ninguna asociación entre la inhalación de los vapores del río (Santiago) y riesgos a la salud en las personas que conviven en el entorno del río”, como lo declaró el responsable de las políticas de salud en la entidad, Alfonso Petersen.

La SSJ cumplió con señalar cual fue su metodología de trabajo (la encuesta) y explicar su universo de estudio (mil 301 personas), pero se confunde al querer dar carpetazo con esos estudios a una discusión que en la que muchos científicos han estado involucrados durante años, tomando muestras y haciendo pruebas de laboratorio para intentar determinar el grado de riesgo que representa para la salud convivir con los contaminantes del Santiago.

Lo equívoco en este caso no tiene que ver con el estudio ni con sus resultados, sino con la forma de presentarlos, pues si el doctor Petersen no hubiera intentado negar los riesgos (que por lo demás son evidentes) a la salud que implica convivir con el río en la zona de El Salto y Juanacatlán, no se hubieran desatado las críticas que tildan incluso de irresponsable al secretario. Muy diferente hubiera sido que el funcionario se apegara estrictamente a los resultados de la encuesta, que señalan que en los tres municipios donde se realizó esta la gente muere de cosas similares. Lo demás es mera interpretación y a partir de ella se desprenden otras, como la intención de negar desde las instituciones lo que la gente señala y se esfuerza por demostrar con sus medios y formas de hacer política y estudios. Cabría aquí la discusión del academicismo que también se lleva en muchos sitios respecto a la validez de las “investigaciones” hechas por “expertos” y las observaciones directas y las conclusiones “empíricas” que en muchos sitios (no sólo en El Salto) brindan quienes padecen los problemas.

Pero también es necesario señalar que tras las declaraciones del ex alcalde de Guadalajara respecto a los resultados de sus encuestas hubo muchos, pero muchos personajes de esos que aprovechan cualquier momento para emitir sus sabias opiniones, que leyeron un mensaje que ni si quiera se sugirió. El secretario de Salud fue claro al decir que si bien él (con fundamentos “científicos”) consideraba que no había riesgo para la salud por vivir junto a la mugre del Santiago, nunca dijo que en las aguas del río no existieran contaminantes. De ahí que resulte ocioso que algunos personajes salgan, enfáticos y flemáticos a señalar que pese a lo que diga Petersen hay contaminación en el Santiago y que eso no está a discusión. Víctimas de sus propias palabras… eso ni siquiera se sugirió en la discusión. La torpeza es buena distracción para no abordar de fondo los problemas esenciales: en El Salto, Juanacatlán, Puente Grande y lugares circunvecinos hay gente que vive mal, preocupada por su salud, creyendo y confirmando que lo que respira a diario daña su calidad de vida y merma su salud. Y a pesar de que las encuestas de la SSJ digan lo contrario, respirar los vapores del Santiago son un riesgo para cualquiera que ahí vive; tal vez no se pueda comprobar que el cáncer o que las malformaciones tengan que ver con ello, pero es medible, cuantificable y hasta evidente, que quienes ahí viven padecen algo que daña la salud física y mental: inseguridad e incertidumbre. Si el doctor Petersen intentó con sus declaraciones brindar seguridad a quienes habitan esa zona al decirles que no hay problema con que vivan ahí, le falló la estrategia y sólo consiguió enojarlos e indignarlos, es decir, enfermarlos más. La salud de una población, así vista, no sólo tiene que ver con las enfermedades que padece o pueda padecer, sino que también puede medirse por el grado de confianza y la relación que tiene con sus gobernantes.

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