26.2.10

SALVADOR PENICHE CAMPS

El río mentiroso

“En la propaganda, como en el amor,

todo es permitido para lograr un fin”.

Joseph Goebbels,

Ministro de propaganda de la Alemania nazi

El río Santiago es un mentiroso. No hay que creerle a las montañas de espuma pestilente, ni a las descargas industriales, urbanas y agrícolas; no hay que creerle al ardor de los ojos, ni a las náuseas, ni a los enfermos, ni a los muertos. Todo eso, según el secretario de Salud del estado, son embustes de un río y de malos jaliscienses-enfermos, quienes sólo quieren desacreditar al gobierno.

Como es costumbre en los casos de crisis ambiental, las autoridades intentan ocultar el problema en lugar de solucionarlo. ¿Qué acaso no se dan cuenta que al esconder un asunto tan lacerante para la población sólo profundizan su descrédito?

¿Por qué ocultar el problema? Es obvio que el trasfondo es político. A diferencia de las democracias modernas, en las cuales los gobiernos enfrentan con solidaridad y prestancia los problemas, en la cultura política arcaica los problemas no existen y si existen se esconden. El problema con el medio ambiente es que no se puede resolver como se resuelven los asuntos judiciales…el medio ambiente es incorruptible.

Estudios presentados en el primer seminario internacional sobre el río Santiago en noviembre pasado en el CUCEA, demuestran que “en general los cuerpos de agua, ríos y cuenca más afectados por la contaminación en el estado de Jalisco son el Sistema Lerma-Chapala-Santiago, generada por le corredor industrial Ocotlán, Poncitlán y El Salto; subcuenca del río Verde y sus afluentes: los ríos Zula, Lagos, San Juan, Jalostotitlán, Yahualica y Tepatitlán, que presenta problemas de contaminación generadas por las descargas de tipo urbano, industrias alimentarias, lácteos y granjas porcícolas y avícolas; la Zona Metropolitana de Guadalajara, cuyo principal problema es el aporte de las aguas residuales, así como las descargas de tipo industrial; el río Santiago (en la barranca de Huetitán); valles de Toluquilla y Tesistán; presas El Ahogado, Osorio y Dean y la zona de Colomos” (Guzmán, Manuel, et al, 2009, “La calidad del agua del río Santiago”, en Peniche, Salvador y Guzmán Manuel, (coord.), Estudios de la cuenca del río Santiago, México, UDG, p. 55 ).

¿Cómo ocultar entonces esta realidad? La respuesta está en la utilización amañada de la ciencia. La historia de la politización de la ciencia y su uso para justificar todo tipo de atrocidades en Jalisco es larga y cuenta entre sus más recientes joyas la defensa que se hizo del proyecto de la presa de Arcediano. Como se sabe, después de cientos de “estudios científicos”, el proyecto terminó en el cesto de la basura por sus inconsistencias técnicas, según la Semarnat.

Sin embargo, como lo demuestra el caso del río Santiago, el uso indebido de la ciencia es vigente. Ante la ignorancia generalizada, basta con presentar en los medios “estudios científicos” avalados por el gobierno para demostrar lo indemostrable. Lo cierto es que el problema de las sinergias del medio ambiente con la salud humana es tan complejo que necesita del concurso de un gran número de disciplinas y estudios como para llegar a afirmaciones tan contundentes como las que nos recetaron las autoridades hace unos días: “el río Santiago no representa riesgo para la salud”.

El origen del problema reside en la percepción que tienen sobre el medio ambiente los actuales responsables de la gestión pública. Según la visión de las autoridades el medio ambiente es algo prescindible. La naturaleza se percibe como algo que hay que sacrificar para acceder al desarrollo, como si tuviera sentido poseer mucha riqueza en una región sin agua, aire ni tierra. Ciertamente, el medio ambiente, visto la perspectiva de la gestión pública orientada al mercado es un excelente negocio para los contratistas dedicados a justificar los planes de desarrollo. El negocio de los “estudios científicos”, como los ordenamientos territoriales, las manifestaciones de impacto ambiental o los estudios de costo beneficio generan millones de pesos anuales en ganancias para las empresas consultoras frecuentemente vinculadas con los intereses de los gobiernos y los contratistas. El permiso ambiental se ha convertido en un trámite administrativo costoso que hay que cubrir para poder funcionar.

Este modelo es insostenible. Es indispensable obligar a las autoridades a que actúen del lado de la gente, sin engaños ni debates pseudo-científicos politizados. El objetivo debe ser el de solucionar los nudos ambientales que se han creado tras años de abuso ambiental originado por el inmovilismo y/o complicidad gubernamental. Debemos construir una nueva “gobernanza” ambiental iniciando con la exigencia en la aplicación inmediata de la normatividad y el cumplimiento de las responsabilidades de los diversos niveles de gobierno quienes por ley están obligados a proporcionar un medio ambiente sano para todos. En este nuevo esquema, la participación de los usuarios es indispensable en el diseño, la implementación y el monitoreo de los programas de uso y recuperación de la cuenca.

En el caso del río Santiago, es urgente garantizar que los usuarios (urbanos, agrícolas e industriales) no contaminen el río con sus desechos. En la nueva estrategia de recuperación de la cuenca, esta debe ser la prioridad y no el negocio privado de la construcción de plantas de tratamiento y potabilización pagadas con nuestros impuestos. Las grandes empresas, especialmente las exportadoras (tequileras, agrícolas y pecuarias, maquiladoras, etcétera, etcétera.) deben cargar con una responsabilidad ambiental proporcional a los ingresos obtenidos por el uso de los recursos locales y deben dejar de externalizar los costos ambientales causados por la contaminación de la cuenca. Si ellos no pagan por sus desmanes, al final los ciudadanos pagamos con nuestra salud las consecuencias de la contaminación del río mentiroso.

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