10.4.10

Miguel Ángel no será emblema de impunidad

Invitado

Mónica Pérez Taylor

  • 2010-04-10•Al Frente

No es de sorprender, mas no deja de alarmar, que la Conagua no acepte la recomendación de la CNDH, en la que involucra a sus funcionarios por la contaminación del río Santiago y con la muerte de Miguel Ángel López Rocha. El oficio firmado por el sub director de la Conagua, Jesús Becerra Pedrote, opina de la recomendación que es “infundada, sin motivación y totalmente injusta”.

A más dos años de los hechos, las autoridades se siguen apoyando en argumentos tan sobados, como endebles. Recurren a que las diversas investigaciones periciales demuestran que la muerte del niño no tuvo como causa probable el río y que ni siquiera existe la certeza de que haya caído en él.

La Conagua niega, tanto la evidente contaminación del Santiago y su relación con la intoxicación de Miguel Ángel, como el riesgo latente sobre la población expuesta a la degradación de la cuenca baja. En efecto, se cuidaron al máximo de no mencionar el arsénico y el Santiago y nada relativo quedó asentado en actas. Por eso no está acreditada en autos la causa exacta de la muerte del niño: por la manipulación jurídica y la contraofensiva mediática que hicieron los involucrados en su momento, pero que sí documentaron debidamente la CNDH, la CEDHJ (a medias), el Hospital de Zoquipan, la toxicóloga Luz María Cueto, el forense Mario Rivas Souza y la Comisión de Arbitraje Médico. Ante todo esto, la Conagua se apoya en una cuestionada autopsia que, en su momento, arrojó los resultados previstos y favorables para deslindarse, jurídicamente, del asunto.

Hubo una testigo adulta, la señora Aurora Rodríguez, quien vio caer al niño al río y también son testigos sus hijos y otros niños que jugaban juntos. Al día siguiente, al saber que Miguel Ángel estaba en estado de coma, fueron a dejar muñequitos, flores y dibujos en el sitio ¿Cómo explicar lo anterior si el niño no cayó al río? Doña Aurora acudió a declarar y, aunque fue presionada para cambiar su declaración, la mantuvo.

La Conagua dice en el oficio, que no hay pruebas de que el niño murió intoxicado por arsénico del Santiago, lo cual soportan en un estudio que encontró en el cauce cantidades de arsénico dentro de la norma. En cambio, la necropsia y el examen toxicológico arrojaron una cantidad de entre 4 y 10 veces mayor a lo soportable en un organismo, más otros elementos nocivos en pulmones, corazón y riñón por la gran cantidad de líquido que entró a la cavidad abdominal de la criatura. Si no murió por arsénico del río ¿Entonces de dónde provino el veneno y la cantidad y calidad del líquido que lo invadió y le provocó una septicemia generalizada que lo llevó a muerte cerebral en pocas horas?

La Conagua sabe, porque esa orden sólo la pudo dar un funcionario de la misma, que abrieron las compuertas en el Puente de Juanacatlán, inmediatamente después de saber el pronóstico fatal del niño. Primero lavaron el río y después tomaron las muestras. Si en su momento se hubiera asignado el caso a peritos en delitos ambientales, podrían haberse comprobado, científicamente, las causas de su muerte, pero se alteró el escenario de por sí cambiante, y jamás hubo la pretensión de aclarar su muerte ni juzgar a los culpables, sino todo lo contrario.

Y es que Luege Tamargo, titular de la Conagua, su subdirector y su representación en Jalisco, no pueden alegar inocencia. Toda el agua nuestra ha sido corrompida. Son estos organismos públicos los encargados de mantener nuestros cuerpos de agua y cuencas sanas para el desarrollo y bienestar de la población. Sin embargo, la Conagua informa a la CNDH, que ya tienen la panacea: ya se construye la macroplanta tratadora en la presa del Ahogado y en 10 o 20 años toda la cuenca será prístina. Y mientras ¿cómo se va a atender a la población afectada si no se reconoce el problema de salud? ¿O cómo explicar que hay casitas habitadas en un fraccionamiento del Instituto de Fomento a la Vivienda colindante con el predio de la macroplanta? Otra vez cometen los mismos errores. No podemos confiar en que los mismos que nos han llevado a este estrés hídrico, ahora propongan soluciones mágicas.

Ante la negativa de aceptar la recomendación, y ante el cúmulo de evidencias que contradicen sus argumentos, ya es hora que la Conagua presente pruebas de lo que afirma. Porque si para ellos no hay certeza de las causas de la muerte crudelísima del chiquito, entonces que nos digan cómo y por qué murió. No sería justo que Miguel Ángel pasara a ser un emblema de la impunidad imperante ni que los responsables se sigan aferrando a una negación obsesiva “más que infundada, sin motivación y totalmente injusta”, como apela a nosotros el licenciado Becerra Pedrote.

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