12.6.12

CONTAMINACION...

La Piedrera: contaminados desde el subsuelo

     
Su trabajo es vigilar que ardan para evitar peligros por los gases de la basura, que son contaminantes, pero también flamables.
  • Crónica
  • Los gases producto del relleno sanitario son un peligro constante y deben de ser expulsados de la mediante mecheros, que son chimeneas circulares desde el subsuelo, de dos metros de diámetro
TLAQUEPAQUE, JALISCO (12/JUN/2012).- Debería de estar en el equipo antibombas del Estado pero la verdad es que cobra menos de mil pesos a la semana en el Ayuntamiento de Tlaquepaque por evitar una catástrofe. Su nombre es Arturo Gamboa Espinoza y su trabajo es evitar una explosión en una cancha de futbol: su labor es mantener encendidos los cuatro mecheros que despiden gas metano y azufre desde el subsuelo en un relleno sanitario que hoy es parque de diversiones en la comunidad de Las Juntas.

La Piedrera, le dicen. Un terreno de ocho hectáreas que ha servido para fotos de candidatos y para ocurrencias de gobernantes. En la gestión de Hernán Cortés se proyectó hacer un tianguis artesanal para que la comunidad indígena que vive cerca de la zona vendiera su mercancía. En 2008, la entonces titular de la Secretaría de Medio Ambiente (Semades), Martha Ruth del Toro, llegó al lugar para reforestar una zona que hasta entonces no tiene remedio.

“El objetivo principal que se persigue es continuar con la cortina de árboles que hemos iniciado desde al año pasado (2007) y que así lo seguiremos haciendo año con año, hasta que verdaderamente tengamos elementos de protección ambiental a la zona”, dijo entonces.

Arturo es sincero y no gana nada con mentir: a pesar de que es empleado de una administración municipal priista, es categórico con sus afirmaciones: “Se hacen tontos, unos y otros. Aquí el ayuntamiento me trae leña mala, para encender los mecheros, y ésa a veces no prende. La buena la venden por otro lado”.

Arturo se siente olvidado. Le ha tocado ver a “jovencitas que son violadas” cuando intentan cruzar el relleno sanitario por la noche. Afirma que las esquinas de ese terreno sirven como deshuesaderos, “aquí vienen y se traen los carros robados”. Hace 28 años que no usa reloj de muñeca en el trabajo: “Siempre que me ponía se pudría. La pila se chinga por la radiación”. Y mientras da un paseo por los mecheros dice: “Yo ya no huelo nada. A mí el metano ya también me fregó la nariz”.

El investigador del CIESAS Occidente Gerardo Bernache dice que este terreno fue el relleno sanitario para descargar los escombros de las explosiones del 22 de abril de 1992 en el Sector Reforma. Una vez que este predio sirvió como basurero, lo rellenaron, pero le dejaron una red de tuberías subterráneas, por las que la tierra escupe los gases de la basura. Una inversión, en ese entonces, de dos millones 554 mil pesos.

Los mecheros son chimeneas circulares desde el subsuelo, de dos metros de diámetro. Fogatas que apestan “a huevo podrido”. Una vez que te paras a un lado es imposible que el estómago no se te revuelva. La vista se nubla y el dolor de cabeza se siente cerca. Y eso que aquí, todas las tardes, está lleno de niños que juegan en los columpios y jóvenes que se distraen peloteando en una cancha de futbol.

Ahora, el terreno le pertenece en comodato a la Unión Ganadera de Jalisco, “pero no son tontos: traer animales aquí es como sacrificarlos”, bromea Arturo.

El viejo se queja. Le duele el pecho, “cada rato me enfermo de las vías respiratorias, para qué te echo mentiras”. Y el doctor José Ríos, responsable del centro de salud más cercano al predio, prefiere no hablar, aunque admite que “es normal que lleguen seis u ocho personas a la semana por dermatitis”.

Su trabajo lo va a matar, pero a Arturo le preocupan otras cosas. Durante el recorrido, en dos ocasiones le advirtieron dos jóvenes que no llevara personas ajenas a la comunidad en tono amenazante, “pero aquí son así, les da miedo que les quiten sus tierras”.

Y cuando en medio del predio pasa, saludando, doña Lencha, Arturo cuenta sobre la señora sorda: “Ella ha vivido aquí toda su vida. Le dan ataques epilépticos a ella y a sus hijos. Dicen que son los golpes, pero yo creo que también ha de ser la contaminación”.

—¿Y sus hijos también tienen problemas de salud por los gases?

—Mi hija también sufría mucho de sus pulmones, pero ella ya se murió.

—¿Por algo relacionado a la contaminación?

—No, a ella la atropelló el Macrobús apenas el 16 de diciembre pasado.

Arturo debería de estar en el equipo antibombas. Pero sólo tiene una pala, un encendedor y cuatro mecheros que mantener encendidos, día y noche, para evitar una catástrofe.

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