28.6.12

ELECCIONES...

Qué significa no votar
Por Edición Impresa ,28 junio 2012 1:00 am 0

Orlando Aragón Andrade.- Al inicio de este proceso electoral que concluirá en unos cuantos días varios intelectuales publicaron distintos textos en los que afirmaban que no votar o incluso anular el voto tenía una significación unívoca: apoyar de facto la candidatura del priísta Enrique Peña Nieto. ¿Puede tener otra connotación el no votar? O mejor dicho: ¿no votar únicamente puede traducirse en la acción conservadora de beneficiar al candidato del sistema neoliberal imperante? Tengo la certeza de que no, pero considero que esta acción puede ser más progresista que la respuesta de los defensores de votar por el “mal menor” para evitar la llegada de Enrique Peña Nieto a la presidencia del país.

En primer lugar debo aclarar que la respuesta a la interrogante con que he titulado este artículo sólo puede tener una respuesta contextual. Esto quiere decir que no creo que se pueda dar una respuesta en abstracto que sea válida para todo contexto; me parece, en cambio, que ésta debe centrarse en el análisis de una “realidad social y política” concreta. Por consecuencia, considero que en determinados contextos, “la política electoral” es todavía una vía aceptable para canalizar los asuntos, los problemas y la vida pública de los Estados. Varias naciones de América del Sur pueden ser un buen ejemplo para mostrar la viabilidad de la “política electoral” en algunos casos.
Es a partir de un análisis contextual de nuestro México que sostengo que hoy no votar puede significar una acción política progresista y no necesariamente una acción conservadora. Ahora bien, no votar puede tener distintas connotaciones dependiendo de las intenciones y las medidas que acompañen a esta acción; por eso antes de continuar es importante deslindarse de otras expresiones que convocan a no votar.
La mayoría de la gente que no vota lo hace o por el descrédito de los agentes de la “política electoral” que ocasionan un desencanto del ciudadano en su participación en los asuntos públicos o por una simple apatía frente a la esfera pública que en muchas ocasiones sólo busca justificarse. Bajo esta lógica muchas personas quieren alejarse de la “política”, confundiendo a la “política” como ámbito amplio donde se discuten, ventilan y deciden decisiones fundamentales de interés público que nos afectan o benefician a todos con la “política electoral”; es decir, con las campañas electorales, los partidos políticos, las instituciones electorales y los “políticos profesionales” que integran este sistema. Bajo este entendido las personas que no votan lo hacen porque desean alejarse de la “política” por considerarla una actividad intrínsecamente corrupta y en la cual sienten que nada de lo que digan será tomado en cuenta. En este caso lo que ocurre es que las personas que no votan tratando de evitar la “política”, en realidad siguen participando por omisión en ella, ya que no pueden sustraerse en tanto que al “simplemente no votar” dejan este campo vacío que es llenado por los agentes de la “política electoral” quienes siguen explotando y viviendo de esa esfera pública que a todos los ciudadanos nos concierne y nos afecta.
Hay una segunda expresión del no votar que al igual que la anterior considero equivocada. Desde la elección presidencial pasada surgió un grupo de intelectuales que impulsaron una campaña a favor de anular el voto. Esta posición parte de un entendido distinto al anterior; se sostiene que se debe acudir a las urnas y votar para mostrar el interés de lograr mejorar el mecanismo de la “política electoral”, pero en lugar de votar por algunas de las “opciones” que presentan los partidos políticos se afirma que se debe anular deliberadamente el voto como una forma de protesta ante la baja calidad de la “política electoral” en su conjunto. Con esta acción sus promotores buscan realizar dos cosas concretas: por un lado afirmar la validez de la “política electoral” no dejando de acudir a las urnas, pero por el otro, poner contra la pared a la clase política mandándoles el mensaje de que la ciudadanía está descontenta con ellos y así obligarlos a mejorar su desempeño. Francamente esta segunda posición me parece ingenua y tampoco la comparto; yo no he visto a los líderes de los partidos políticos, a los gobernadores, a los diputados, a los presidentes municipales preocupados por el bajo índice de participación ciudadana en las jornadas electorales donde resultaron triunfadores. Lo que a ellos les importa es ganar, simplemente. Creo que ya nos han dado suficientes muestras de eso; así que esperar que realicen una especie de “acto de constrición” y cambien su actitud me parece, como ya lo dije, ingenuo.
Entonces, bajo qué supuesto no votar puede convertirse en una acción progresista. Me parece que puede considerarse de esta forma cuando dejamos de votar, no esperando a que los agentes de la “política electoral” reconsideren su actuación desviada; sino cuando dejamos de votar para no regresar a este sistema, cuando decidimos dejar de una vez por todas ese sistema de “política electoral” que sólo beneficia a unos cuantos y que se autoprotege en contra de cualquier otra forma alternativa de hacer “política”. Pero no basta solamente con no votar y quedarnos sentados esperando a que el cambio llegue por sí solo, por eso a diferencia de la apatía política en esta posición se exige involucrarnos más en los asuntos públicos; se exige arrebatarles a los agentes de la “política electoral” los espacios políticos de los que se han adueñado indebidamente; exige recuperar para nosotros, los ciudadanos, la “política”, y por lo tanto exige de nosotros tener el valor y la responsabilidad para decidir nuestro destino como sociedad.
Bajo estas dos premisas no votar significa desafiar algo que hoy urge desafiar; significa enfrentar al oportunismo realista que impulsan principalmente los agentes de “la política electoral”, de que es imposible proponer o ejercer otras formas de organización política distintas a la “política electoral” que conocemos; significa, además, enfrentar la “política del miedo” que se emplea hoy para promover el voto, no por el “mejor candidato”, sino por el “menos peor”; pero ante todo, significa vencer la ilusión, mediáticamente producida, de que el cambio social depende del resultado de una elección.
No votar y comprometerse a construir nuevas formas de participación y organización política significa, además, cerrarle la puerta al oportunismo. Por lo tanto es una posición distinta a la de aquellos que pretenden “lavar la ropa y nadar al mismo tiempo”, es decir, seguir votando (y por lo tanto fortaleciendo a los agentes y a las instituciones de la “política electoral”) y al mismo tiempo construir otras formas de organización política. También es diferente a la de aquellos que ven como precondición para la formación estas nuevas formas de organización política el triunfo en las elecciones de un candidato.
Como decía al inicio de este artículo la respuesta a la pregunta que le da título a esta reflexión sólo puede responderse atendiendo al contexto. Estoy convencido de que uno de los pocos elementos favorables que se pueden rescatar de la desgracia social, política y económica a la que nos ha llevado este sistema es que no tenemos por qué conformarnos con poco. Como lo sostiene el  filosofo francés Jaques Rancière, hoy la “política” debe ser inmodesta con respecto a la modestia a la que la obligan las lógicas de lo “único posible”. Dicho de otro modo, llegó el momento de recuperar algo que es de todos como ciudadanos y de comenzar a construir nuevas formas de organización política que desafíen lo que los agentes y las instituciones de la “política electoral” consideran posible.
Es cierto que hoy todavía no existe un paradigma lo suficientemente “completo” como el de la “política electoral”, pero estos difíciles tiempos han obligado a muchos mexicanos, generalmente a los más desprotegidos, a producir nuevas formas de hacer “política”. Hoy una posición verdaderamente progresista tendría que apostar y comprometerse con esas experiencias construidas “desde abajo” y renunciar tajantemente a la caduca “política electoral.” Si estamos esperando las “condiciones adecuadas” para hacerlo, nos quedaremos esperando toda la vida.

No hay comentarios: