1.6.12

LA TRANSFORMACION...

La transformación se genera en la confluencia

Jorge Rocha.-
Hace tres años la discusión giró en torno a la pertinencia y las posibilidades del voto nulo. Se generó un amplio debate sobre el perfil de las personas que lo impulsaron, las razones que los orillaron a proponer esta alternativa, los grupos que lo llevaron adelante se confrontaron con aquellos que votaría por algún partido y hasta las instancias electorales entraron en la discusión criticando esta posición en función de los intereses de los partidos políticos. Luego de los resultados electorales tampoco hubo un consenso en la estrategia del voto nulo, ya que algunos analistas políticos se empeñaron en descalificar la acción y argumentaron que había sido un fracaso y otros, con análisis más exhaustivos, ubicaron el mapa del descontento social. Sólo por hablar del caso jalisciense, el distrito 10 fue la cuna de los anulistas en el estado. Todavía hoy, algunos siguen vilipendiando esta acción. Las personas aglutinadas en este movimiento, impulsaron pasadas las elecciones federales del año 2009 la reforma política. Algunas las propuestas más relevantes que hicieron era la disminución del presupuesto a partidos políticos, la revocación del mandato y las candidaturas ciudadanas. La reforma política finalmente fue mínima y la principal demanda que se concretó fueron precisamente las candidaturas de ciudadanos, que sin necesidad del soporte de un partido, pudieran contender por puestos de elección popular. Esto lo veremos hasta la próxima contienda electoral.
Hace poco más de un año surgió el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD), que entre sus figuras más visibles se encuentra el poeta Javier Sicilia. A partir de la muerte de muchos inocentes en la “guerra” contra el narcotráfico que emprendió Felipe Calderón, la violencia en el país aumentó de forma exponencial y familiares de desaparecidos y personas asesinadas están exigiendo desde ese momento justicia para sus víctimas. El Movimiento aglutinó a miles de personas que contagiados de esta indignación, salieron a las calles a pedir paz, justicia y alto a la impunidad. Las personas allí congregadas entendieron que un elemento clave para que sus demandas fueran cubiertas, era una necesaria y profunda reforma política, la cual impulsaron, pero como ya dije, se quedó muy corta. El MPJD fue criticado por sus métodos no violentos, por tener como interlocutor a la clase política e incluso, luego del reciente encuentro de éstos con los cuatro candidatos presidenciales, se generó un debate sobre si la postura de Sicilia de anular el voto es sensata en esta coyuntura y por intentar poner en un mismo plano a los cuatro contendientes por la presidencia, sabiendo que Andrés Manuel López Obrador sería el candidato más cercano a las posturas del MPJD. Incluso el debate ha llevado a discutir sobre si besar o no a los personajes políticos es positivo o no. Finalmente, uno de los hilos conductores de la exposición de Sicilia y el MPJD es la necesidad de un profundo cambio democrático, que plantea que los modos y las formas de hacer política partidaria son inservibles para resolver los grandes retos nacionales.
La actual coyuntura política y las sosas y aburridas campañas electorales fueron sorprendidas por la irrupción de los jóvenes universitarios que salieron a las calles, inundaron las redes sociales con sus mensajes y demandas; y se expresaron de formas diversas para exigir una cobertura mediática en condiciones de equidad para los contendientes electorales y para rechazar lo que represente el autoritarismo y las formas tradicionales de hacer política. Los espacios universitarios se convirtieron en los lugares incómodos para los candidatos a puestos de elección popular y donde se les ha exhibido de peor forma. Los participantes de estas movilizaciones se autodefinieron como jóvenes-autónomos-críticos, que hartos del estado de cosas, exigen cambios de mayor profundidad. Frente a lo que estamos viendo hay posturas que empiezan a nombrar a estas manifestaciones como la “Primavera mexicana” y otras que ningunean estas expresiones y tratan de demostrar que estos jóvenes son presa de la manipulación de ciertos actores políticos. Es cierto que este movimiento de jóvenes renueva la esperanza y ánima a los que queremos un país más justo y democrático, sin embargo, todavía es prematuro saber si efectivamente estamos ante una “Primavera mexicana”. Ahora bien, las demandas y exigencias se van decantando y se perfilan con mayor nitidez y por lo menos aparecen dos asuntos nodales: la democratización de los grandes medios de comunicación y el rechazo a las formas autoritarias y partidocráticas de hacer política.
Ahora bien, uno de los problemas más antiguos de la izquierda es acentuar las diferencias desde la perspectiva de “calificar” qué acciones colectivas son más o menos efectivas, más o menos revolucionarias o más o menos surgidas desde “abajo”. Sin negar la necesaria comprensión de lo que pasa, cuando “calificamos” en lugar de buscar comprender la acción colectiva, tendemos a clasificación y determinación de activismos de primera, segunda o tercera categoría y por lo tanto a la designación de liderazgos y vanguardias ilustradas que sí saben qué hacer, es decir, que plantean cuál es la mejor acción colectiva en un momento determinado. Cuando esto sucede, acentuamos lo que no nos parece de los movimientos sociales y terminamos en la profundización de las diferencias, que nos lleva a la imposibilidad de reconocer las bondades de la diversidad de los planteamientos y miradas de la acción colectiva.
Como propone Holloway, lo que habría que buscar son las líneas de continuidad, las tendencias transversales y las luchas comunes. No para generar un gran frente, ni para conformar una vanguardia que dicte línea para todas y todos, sino para sabernos juntos en la lucha por la transformación del mundo. No se trata de clasificar ni calificar las acciones colectivas, se trata de encontrar los puntos que los unen y que a la larga van trazando los grandes vectores de cambio (obviamente no los que proponen los partidos políticos). Entonces, más allá de condenar las posturas anulistas, de criticar ferozmente los besos y recriminaciones de Sicilia o de descalificar el accionar de las y los jóvenes universitarios, lo que quizá puede rendir más frutos es descubrir las líneas de continuidad de estas movilizaciones sociales, y una de ellas, por lo menos desde mi corta visión, es la necesidad de refundar la democracia mexicana. Esta refundación implica por lo menos una reforma política estructural, la democratización de los partidos políticos, una nueva ley de medios de comunicación y el acotamiento de los poderes fácticos. Las luchas pueden converger en algunos momentos y generar una energía social que puede motivar cambios profundos, que sin duda van más allá de las elecciones del 1 de julio. Ese día no acaban las cosas, más bien empiezan, gane quien gane.

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